Los árabes se atrevieron a dos cosas que ninguna otra gran civilización había osado: negar el pasado -un pasado de tinieblas- y ocultar lo femenino. Ahora bien, el pasado y lo femenino son dos polos que permiten meditar sobre la fuente de todos los terrores: la diferencia.
Pues ¿cómo distinguir lo nuevo si "ver" lo antiguo está prohibido, si la Yahiliyya es agujero negro, tinieblas existenciales? (...)
Es posible, acaso, que esa Yahiliyya, ese hiyab de ignorancia no sea más que un amuleto contra lo que nos cuesta tanto admitir: la violencia desnuda y desencarnada en la ciudad, y que en ese pasado mal enterrado está ligada a un femenino todavía más intolerable de contemplar: el de las diosas que reinaban en la Ka'aba? Pues esas diosas no tenían nada de maternal, su regazo era un charco de sangre...
Fátima Mernissi, El miedo a la modernidad. Islam y democracia, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo, Madrid, p. 157.)
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