15 أغسطس 2010

El viaje al Sahara con los sicilianos adolescentes

Bueeeeeeeeeeeeeeeno

La paciencia es la llave de la felicidad, dice un proverbio moro. Suerte que yo ando cargadita de paciencia...

Acabo de volver de pasar cuatro días de excursión con "los estudiantes del centro Bourguiba", ergo, unos sesenta italianos _en su mayoría sicilianos y napolitanos_ de entre 19 y 22 años. Impresionante. La vida del primate en captividad. El guía, un tunecino pero de aspecto y optimismo americano, nos decía exactamente cuántos minutos nos dejaba libres para cada actividad, dónde había que ir al lavabo y dónde no, dónde comer, dónde comprar... Buf. Hacía años que nadie se preocupaba de esa manera obsesiva por mis movimientos intestinales. Además, cada vez comenzaba las frases con un "escuchadme todos, os voy a contar algo muy interesante..." y luego nos explicaba que el Islam tiene cinco pilares, y que uno de ellos es el ramadán, que consiste en ayunar durante el día y romper el ayuno al anochecer... Frente a semejante fuente de erudición no sabía si ponerme a chillar gilipolleces y a subirme por las piedras como los italianos. Santa paciencia.

Al principio creía que lo mataba, al guía. Al cabo de dos horas fui comprendiendo que nos tratara cómo auténticos retrasados mentales: lo éramos. Situación: el guía repite dos veces que mañana el autobús saldrá a las siete. Nos chilla a todos (por el micrófono): ¿A qué hora sale el autobús mañana? El coro de italianos eufóricos: a las sieeeeeeeeeeeteeeeee!
No ha pasado ni un minuto que una vocecita italiana dice: ¿Ma a què hora è domani?

Increíble. Nunca había asistido a semejante espectáculo. Hemos dormido en unas jaimas, en el desierto... Había una ducha para todo el mundo, que dependía de un cubo de agua de lo más precario y que había que rellenar cada vez... Pues a las italianas no se les ocurría nada mejor que pasearse por el campamento, delante de los "beduinos" (o empleados del tour operador del Sahara, según se prefiera) en micro bikinis...

Mucha hormona suelta. A una se le salía la teta a lo chicholina mientras hablaba con el guía. Enfin. Ante semejante panorama me uní decididamente al grupo de los freaks. Lo componían: un alemán de mi clase que es doctor y estudia jurisprudencia comparada en Leipzig, que lleva gafas redondas de concha y tiene los ojos azulísimos y saltones, y un look de intelectual de los años 50 (pero no buscado a lo fashion, sino genuino); un franco-austríaco de dos metros, delgadísimo, con look de superdotado marginado de la clase que hablaba todo el rato de política extranjera de los países africanos y de Oriente Medio (un coco con patas); y un australiano de 60 y pico años que viaja con brújula, ha estado en un montón de países y que de repente ha decidido que nunca es tarde para ponerse a estudiar árabe (está todavía aprendiendo el alfabeto)...

En fin, "val a dir" que gracias al grupo de los freaks el viaje ha sido más soportable. Hemos hecho bromas constantemente acerca de campos de concentración (con el alemán), me han contado la política exterior de Angola (con el francés) y vimos un reportaje sobre la segunda mundial en África mientras los italianos se dedicaban a pegar alaridos de habitación en habitación...

La conclusión: viajes organizados, no gracias. Errar es de sabios? O no...

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